NUESTROS COMIENZOS
Nuestras fundadoras, Madre María Consuelo de Jesús Crucificado, hermana Patricia del Inmaculado Corazón de María y hermana Teresa Lucía de la Presentación llegaron gozosas, desde el monasterio de Talca a Puangue el 2 de diciembre de 1991.
Este anhelo se hizo realidad al recibir la invitación del entonces obispo Vicario de la diócesis, Mons. Patricio Infante que les proponía la creación de un Carmelo en Puangue, Melipilla, a la vez que unos sobrinos de nuestra santa Teresa de los Andes hacía donación de un terreno anexo a una antigua y muy bonita iglesia y a una pequeña casa parroquial que sería nuestro primer convento.
De todo hubo en los preparativos para la nueva fundación. Viajes de Talca a Santiago y de Santiago a Talca. Entrevistas y reuniones con amigos y bienhechores dispuestos a ayudar a las hermanas en esta gran obra. Mucha oración, muchos gozos y alegrías y también muchos trabajos y dolores, pero todo iba ofrecido por lo que comenzaban a formar.
INAUGURACIÓN
El día de inauguración fue fijado para la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.
Monseñor Patricio Infante las esperaba ansioso durante los meses previos y las apoyó en todo lo que a él le competía y era necesario para la fundación, incluso sembrando papas en el terreno del futuro monasterio con el fin de proveer a las hermanas de algo para su sustento inicial.
Pero luego Melipilla fue constituida diócesis. Monseñor Infante fue designado Arzobispo de Antofagasta y el misterio de no saber quién sería el próximo obispo inquietó un tanto a las hermanas, inquietud que culminó en gran alegría al saber que el elegido era monseñor Pablo Lizama Riquelme, hasta entonces obispo auxiliar de Talca, quien las había acompañado en toda la gestación de este proyecto. Obviamente la ceremonia de inauguración fue presidida por él.
Ese día la iglesia del nuevo Carmelo acogió a gran cantidad de personas que querían participar de los inicios de esta fundación.
PROYECTO DE CONSTRUCCIÓN
Ahora había que comenzar a construir. Para eso pusieron una pequeña caja de cartón con la invitación para que fieles y amigos fueran depositando su donación, según fuera su posibilidad y cariño.
Y el Señor no se hizo esperar: milagro tras milagro a la vista de quien quisiera ver, fue moviendo los corazones generosos para que se entusiasmaran con este emocionante propósito, lo hicieran suyo y donaran lo necesario para la construcción. Así, este monasterio comenzó siendo de todos, porque todos ayudaron a que el sueño se hiciera realidad.
¡El nombre! El titular de nuestro monasterio es: María, Madre de la Iglesia, porque las hermanas vieron que ésta era una diócesis naciente que necesitaba una Madre y qué mejor madre que María.
INSERTAS EN LA DIÓCESIS
Desde un comienzo un gran ideal de las hermanas fue el ser parte activa de nuestra diócesis, haciendo nuestras, sus alegrías y sus dolores, conociendo a los sacerdotes que la componen, a los laicos y a nuestros vecinos.
Es por esto que nosotras decidimos asumir la tarea de ser porteras: de atender el teléfono, la puerta y la pequeña sala de ventas en la que ofrecemos los trabajos que realizamos en nuestros talleres debido a que advertimos que muchas de las personas que visitan nuestro monasterio lo hacen esperando recibir de nosotras una palabra de consuelo o simplemente buscando que los escuchemos.
Es así como hemos obtenido una gama de amigos inestimables, quienes a su vez nos acompañan en nuestro caminar, por medio de la oración.
EL SILENCIO Y LA ORACIÓN
El silencio no resulta tan fácil, siempre hay algo importante que compartir. Pero es fundamental para nuestra vocación pues por medio de él vamos relacionándonos con el Señor, el único responsable de que estemos aquí juntas intentando vivir nuestra vocación de carmelitas. En el silencio escuchamos a Jesús, aprendemos a conocerlo y a amarlo. Le contamos nuestras alegrías, nuestras inquietudes, nuestros anhelos. También en el silencio aprendemos a conocernos a nosotras mismas.
CELEBRACIONES
¡Claro que también celebramos! Siempre hay algo por lo que agradecer al Señor: bodas de oro, bodas de plata, elección de priora, cumpleaños, fiestas patrias, inicio de vacaciones. Para esto preparamos obras de teatro, bailes litúrgicos, presentaciones según la creatividad de cada una de las integrantes de comunidad, y todo lo que podemos discurrir para compartir un momento festivo, celebrando así la alegría de donarnos a los demás y de ser carmelitas.
Él nos invitó y a esta invitación ya hemos dado nuestro “SÍ”, un sí amante y confiado, teniendo la certeza de que los deseos que albergamos en nuestro interior y que dan vida a este “SÍ”, los inspira Él, y, por lo tanto, no dejará de saciarlos.