Monasterio de San Rafael – La Reina, Santiago

Fundación: 24 de octubre de 1770
Dirección: Vicente Pérez Rosales, 1001, La Reina. Casilla 183 Correo 12, Santiago.
Teléfono: 2- 228931339
Celular: +56 9 82678945
E-mail: monasteriocarmensanrafael@gmail.com

El origen de nuestro Monasterio de San Rafael se remonta la época colonial de Chile, por allá por los años 1758- 1760 cuando comenzaron los primeros pasos para fundar otro Carmelo ya que el ya existente de San José pasaba continuamente con los cupos llenos.

Por entonces el corregidor de Santiago Dn. Luis Manuel de Zañartu junto con su esposa Doña María del Carmen Errázuriz, asumen el patronato de la fundación  que costearan ellos tramitando  los permisos y la cedula real que tardó años en llegar; mientras tanto edificaron un convento en el barrio de “La Chimba” que en lengua quechua significa “a la otra orilla del rio Mapocho”, ideal para llevar una vida contemplativa  por estar en las afueras de la ciudad y rodeado de chacras y cerca del rio.

Por fin llegó el tan ansiado permiso y con ello en mano fueron a pedir monjas al Carmen de San José, quien generosamente cedió a 4 religiosas. Fueron estas la Madre Josefa de San Joaquín-Larraín de La Cerda como priora, Madre María Teresa de la Concepción-Elzo Aranibar como supriora, Madre María Mercedes de San Antonio- Cañas Portillo como maestra de novicias y Hermana María Josefa de los Dolores como tornera.

A las cinco de la mañana del 24 de octubre de 1770 se trasladaron las Hermanas a su nuevo monasterio, junto con seis jóvenes de Santiago que entraron como novicias, entre ellas dos cuñadas y dos hijas del corregidor.

En cinco años se completó el número máximo de 21 monjas.  No faltó a la comunidad algunas pruebas como las famosas inundaciones del Mapocho siendo la más importante la riada de 1783 que dejó completamente inundado el monasterio y la iglesia teniendo que ser evacuada la comunidad. Los padres de la recoleta dominicana generosamente cedieron algunas casas de su propiedad a las monjas y lo necesario para subsistir mientras se reparaba el monasterio seriamente dañado.

Hacia 1870, el famoso arquitecto Dn. Fermín Vivaceta, inició importante reformas en la iglesia, levantando una nueva torre coronada con una estatua del arcángel San Rafael que persiste hasta nuestros días. Esta Iglesia fue declarada monumento nacional el 24 de noviembre de 1983.

Debido al aumento de ruido, por estar el convento en un lugar demasiado céntrico y sobre todo por la falta de agua la comunidad se trasladó a una nueva ubicación encontrando unas parcelas en la comuna de La Reina en Av. Vicente Pérez Rosales 1001; dicho traslado se efectuó el jueves 20 de febrero de 1958.

La comunidad se trajo de Independencia todos los altares, mármoles, rejas del coro, lámparas, vitrales franceses y el gran altar de San Rafael.

Los primeros días fueron de muchísimo trabajo por el arreglo y limpieza del monasterio, tan chico comparado con el anterior de Av. Independencia, sobre todo las celdas. Monseñor Vicente Ahumada bendijo el monasterio e impuso la clausura. No había timbre ni teléfono ni tampoco alcantarillado, cosas todas que con el tiempo se fueron implementando.

La comunidad actual da gracias al Señor por tantas generaciones de carmelitas que han vivido la vocación al Carmelo legándonos el estilo de vida de nuestra Santa Madre Teresa de Jesús en esta nuestra comunidad de San Rafael.  La vida de oración la percibimos como una realidad ya que como ella nos enseña “La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas amor de Dios y del prójimo, es guardando bien la del amor del prójimo”, es un compromiso inherente que diariamente tenemos que renovar.

En el trabajo diario de nuestra vida como la elaboración de mermeladas y alfajores, escapularios, rosarios, etc.  no lo hacemos por hacer un trabajo en sí sino como un medio que colabora en la redención de los hombres compartiendo con ellos la pobreza ya que el verdadero pobre trabaja para vivir. Procuramos que el trabajo sea también un medio que nos lleve a la oración teniendo puesto el corazón en el Señor y presentándole la gran realidad humana que sufre y espera.