El primer obispo de la Diócesis de Osorno, monseñor Francisco Valdés Subercaseaux, deseaba que su diócesis contara con un monasterio de vida contemplativa para apoyar la labor pastoral con la fuerza de la oración. Movido por esta intención acudió al Monasterio de Carmelitas Descalzas de Cristo Rey y María Mediadora en Santiago para solicitar la fundación y encontró una respuesta favorable.
El 13 de mayo de 1974, concedidos los permisos necesarios, las cuatro primeras hermanas profesas partieron llenas de entusiasmo y deseosas de seguir el llamado del Señor a su nueva residencia en Osorno: Teresa del Niño Jesús, como fundadora; Inés de Jesús Crucificado, Beatriz de María Inmaculada y María Asunción, más tarde se les unió María Margarita de la Eucaristía.
Al llegar a Osorno, las Religiosas de Santa Marta les prestaron un sitio dentro de su terreno donde instalaron una casa prefabricada e iniciaron su vida de monacal.
Después de cuatro años recibieron de regalo en el cerro Pilauco el terreno donde comenzó la construcción del monasterio que terminó el 25 de julio de 1979, día en que monseñor Francisco Valdés impuso la clausura.
El 6 de julio de 1982 se hizo efectiva la erección canónica del monasterio Santa María Madre de la Unidad. Poco a poco la comunidad se fue consolidando bajo la guía espiritual de nuestra fundadora, la madre Teresita, que sin duda poseía un carisma muy especial para llevar las almas a Dios.
El 4 de agosto1993 vivimos un acontecimiento inesperado que cambió nuestras vidas en un instante. En la recreación de la tarde compartíamos como todos los días un momento fraterno en comunidad de improviso unos vecinos nos avisan que sale humo del monasterio. Corrimos hacia el foco en el noviciado, pero ya era imposible entrar a causa del denso humo negro. Comprendimos que era inútil tratar de apagar el incendio por nuestra cuenta. Sin rescatar nada personal salimos al jardín. Completamente paralizadas vimos cómo las llamas consumían nuestro amado monasterio. Los bomberos alcanzaron a rescatar el sagrario con al Santísimo Sacramento y la Virgen del Carmen, lo demás quedó reducido a cenizas. Llegaron varios sacerdotes de la diócesis a socorrernos; Ya caída la noche y solo con lo puesto fue imposible conciliar el sueño, estábamos estremecidas; nuestro obispo monseñor Miguel Caviedes nos invitó a establecernos en una cabaña de la casa de retiro Betania perteneciente a la diócesis ubicada al lado del monasterio. Al día siguiente fuimos por si había algo que rescatar, nos impactó ver que lo único que permanecía intacto era un cuadro de nuestra Santa Madre Teresa de Jesús y una mesa de madera con una estola sacerdotal. Hoy consideramos un milagro que estas tres cosas no hubiesen sida alcanzadas por el fuego y veneramos el cuadro como reliquia.
Los bienhechores no tardaron en hacerse presente, la generosidad de osorninos y de personas de todo Chile nos abasteció de lo necesario y nos procuró medios para la reconstrucción del edificio. Lo mismo hicieron nuestras hermanas carmelitas de los diversos monasterios. Esta tragedia se convirtió en una fuerte experiencia de Dios, palpar su presencia nos dejó muy fortalecidas en la fe.
El nuevo monasterio —ahora de cemento— se hizo en poco tiempo. El 25 de mayo de 1995, Fiesta de la Ascensión del Señor, monseñor Alejandro Goic Karmelic bendijo la primera etapa; la segunda, fue entregada en octubre de 1997; finalmente, se concluyó y consagró solemnemente el templo el 23 de noviembre de 1999.
El monasterio está enclavado en la Región de Los Lagos desde donde admiramos una exuberante naturaleza, lagos, bosques vírgenes y volcanes que nos hablan constantemente de Dios.
Trabajamos en la fabricación de hostias para la nuestra y las diócesis vecinas. Confeccionamos cirios de altar, velas de fantasía, ornamentos litúrgicos, rosarios, íconos y tarjetería artesanal. Estamos iniciando un proyecto de tarjetas con la técnica antigua de miniaturas.Este trabajo sencillo realizado en silencio, además de otorgarnos el sustento diario,nos ayuda a la reflexión ya fortalecerlas relaciones fraternas.
La presencia de María Reina y Madre del Carmelo impregna totalmente nuestra vocación carmelita. Ella, nos educa en meditar y guardar la Palabra de Dios, nos enseña a vivir la abnegación evangélica y a superar las dificultades de la vida diaria: elfruto es un fuerte espíritu apostólico. La formación consiste en introducirnos en esta tradición viva del espíritu de nuestra Santa Madre Teresa. El leer y releer sus escritos nos impulsa a entregarnos con generosidad por amor a Jesús y a ser verdaderas hijas de la Iglesia, como ella lo fue.